De intercambio en Madrid

Las aventuras de un SICUE gallego en la Villa y Corte

27.8.07

Azul


Tras la semana estresante del rodaje, Mario y yo nos tomamos unas merecidas vacaciones dentro de las vacaciones (más merecidas por él que por mí, pero bueno...); y aprovechando que lunes y martes eran festivos, dedicamos cuatro días a visitar Chaouen y sus alrededores.
Chaouen (o Chefchaouen, o Xaüen; o “Jaén”, que para el caso es lo mismo), la ciudad prohibida fundada por los moriscos expulsados de España, a la que los cristianos tenían prohibido el acceso so pena de perder lo que crece sobre el cuello, es la ciudad principal del Rif montañoso; región conocida por sus abundantes manantiales, por la calidad de su lana (qué buenas y qué bonitas, las mantas de Chaouen), y desgraciadamente por ser el origen de la mayor parte de derivados del cáñamo que se consumen en Europa...
En la ciudad destaca su medina (o “casco antiguo”) de casas pequeñas, pegadas unas a otras y articuladas en laberínticos callejones; de paredes encaladas y pintadas hasta la mitad de lavanda o turquesa; de puertas hermosamente ornamentadas del color del ala de un arrendajo... Dedicamos además dos de los días a recorrer las montañas que se alzan tras la villa, donde medran de la mano cedros y quejigos, abetos y alcornoques; donde sobre cada arbusto reluce, indescriptible en su belleza, un colirrojo diademado Phoenicurus moussieri.
Fue un puente que se volatilizó como por ensalmo, tan a gusto estábamos rodeados de gente amabilísima y siempre risueña, o recorriendo caminos de cabras a lomos del Fiat Uno alquilado que amenazaba con dejarnos tirados a cada curva... Y casi sin darnos cuenta de que nos habíamos ido estábamos de nuevo en Alhucemas, saboreando en el bar del puerto el pescado que acabábamos de comprar a pie de barco, esperando a que saliese el ferry con destino a Málaga...
Esperando volver.